domingo, 29 de junio de 2014

Vila-Matas, en un chino



Luego dicen que Enrique Vila-Matas escribe cosas raras. Pero es que la vida le provoca. Por ejemplo, hace dos años le propusieron que participara como artista en la vanguardista Documenta de Kassel con el siguiente formato: escribir en un restaurante chino de las afueras de la ciudad ante la mirada de los posibles comensales y visitantes (o no). Bueno, era una nueva posibilidad de mezclar perplejidad y vida suspendida. El resultado, en forma de libro, es Kassel no invita a la lógica(Seix Barral), un “reportaje novelado o un ensayo novelado o una novela, pero no una autoficción, porque eso está desfasado y ya no lo hago”, asegura.
El autor de Exploradores del abismo tenía motivos para el terror, y más cuando vio ya en el restaurante de marras la especie de mesa-camilla, el horrendo florero y el cartón amarillo gastado que rezaba: “Writer in residence” que conformaría su hábitat artístico. Y luego estaba el pavor íntimo a ser espiado mientras confeccionaba la supuesta obra, como Kafka cuando estaba a punto de casarse y su novia Felicia Bauer le soltó cariñosamente en una carta que se sentaría junto a él para verle escribir...
Dios aprieta, pero no ahoga. Al final la experiencia no fue tan traumática. Para su alivio, en los cinco días sólo fueron a visitarle dos personas (una, una matrona alemana que lo estrujó alzándole del suelo al grito de “writer, writer”), y hoy Vila-Matas admite que todo fue “como un paseo por un gran parque gigantesco de las maravillas”, la misma sensación del protagonista de la novela Locus solus, de Raymond Rousell, que describe los objetos fantásticos que conforman su finca y que el escritor barcelonés no se sacaba de la cabeza esos días.

Eran todo muestras de avanzadilla artística pura; “para mí la vanguardia son dos viudas francesas elegantes que encontré en un restaurante de Cadaqués, eran las de Duchamp y Man Ray”, rememora Vila-Matas, evocándose de joven, con apenas 19 años: “Me aburría lo convencional y me fascinaba lo extranjero, que me permitía escapar de la monotonía y el sopor de la Barcelona de los años 60; desde entonces la búsqueda permanente de lo nuevo me ha guiado hasta ahora mismo”.Así, el libro tiene un punto de catálogo de lo que más –o lo que menos— gustó al escritor de las obras que fue viendo. La capital, una corriente de aire en un recinto (sic), firmada por el artista inglés Ryan Gander. “Me produjo un instante de armonía, que era una de las cosas que esperaba encontrar en Kassel”. Fue “un impulso invisible” que le levantó ese ánimo que desde hace unos años suele fundírsele a medida que atardece, cuando le invade una molestia amarga que mezcla memoria, rencor y melancolía. Le gustó menos un par de moscas tsé-tsé (una fértil y su consorte estéril) en un cristal, propuesta de un autor tailandés; y le inquietó encontrar un frasco de perfume que había pertenecido a Eva Braun junto a una toalla de aseo con las iniciales de Adolf Hitler, de la misma manera que le sacudió la composición musical de un judío antes de morir en la cámara de gas y que ese escuchaba desde un viejo andén de la estación de la ciudad de donde partía el tren que transportaba las víctimas nazis a los campos de exterminio.
No es experto en arte, pero Vila-Matas tiene claro lo que es diferente. Por ejemplo, entiende que las dos ediciones anteriores de la Documenta, la 11 y la 12, no fueron rompedoras, especialmente esa última, en la que participó el cocinero Ferran Adrià: “Al venderse a lo mediático, Kessel desfiguró por completo su razón de ser y el riesgo que debe asumir la vanguardia del arte”. La de hace dos años lo recuperó y la volvió a alejar, por ejemplo, de la feria española Arco, estos días en marcha. “Nada que ver: Arco es de una superficialidad absoluta, es mercadería, ventas”. También hay en el ensayo-novela un velado ataque a los intelectuales españoles, que en su opinión solo sonríen condescendientes ante un arte que suelen no entender. “Como decía David Trueba hace poco sobre Arco, en vez de reírse, nuestros conciudadanos deberían tener más curiosidad por el arte; la actitud de reírse es negarse a ser contemporáneo; claro que hay grandes estafas, pero hay que saberlas ver y apartar”.

A la manera de Wittgenstein, Vila-Matas quería hacer de su habitación en el hotel, cuando reposara, su “cabaña del pensamiento”; luego resultó que “sólo pensé cuando caminaba, al aire libre, por el parque”. En una de sus intuiciones azarosas, para su aventura se había traído de casa elViaje a la Alcarria, de Cela. “El desfase en el tiempo entre lo que yo veía y el mundo carpetovetónico con tullidos y muletas de Cela era brutal”. También llevó consigo el estudio de Rüdiger Safranski sobre el romanticismo. “El arte se mezcla con la vida y da sentido a todo”, vincula obra y pensamiento. Él también se lo dio a una experiencia que temía y de la que estuvo a punto de renunciar. Al final optó por espabilarse a partir de la declaración “El arte hace, y tú te las compones”, pronunciada por Chus Martínez, junto a Carolyn Christov-Bakargiev comisaria de Documenta 13. La primera fue quien le invitó y con la que juega en el libro a quedar con ella, en un continuo de suplantaciones. Todo en un contexto cargado de mcguffins, frases o situaciones de suspense, que impresionan aunque no vengan a tono ni sean causa o efecto de lo hablado, ni lleven a nada. “Kassel es un macguffin: el viaje y laperformance como excusa para comentar la vida y el mundo”, dice.En épocas oscuras como la actual, para Vila-Matas el arte aceptable es el que efectúa una “reanimación cardiopulmonar sobre elementos mágicos y humanos”. El artista es, hoy, necesario como quizá nunca antes. “Suena más raro que en los años 60 pero es así; lo mejor sería que los políticos mudaran en seres grises, eficaces y discretos en la vida pública y dejaran paso a los artistas, con su potente central creativa de ideas, en vez de generarnos problemas a todos”. ¿Lo dice por la tensión Cataluña-España? “El diálogo, tarde o temprano, tendrá que ser forzoso; si los políticos fueran funcionarios eficaces ya estaría resuelto”.
Quizá desde Dublinesca (2010) y la aparición de la artista Sophie Call (que quiso que le escribiera una historia que ella se comprometía a vivir a pies juntillas un año) se ha incrementado la presencia del cine, la arquitectura y el arte en la vida y la obra de Vila-Matas. Sin ir más lejos, ha colaborado con la instaladora francesa Dominique González-Foerster en la Tate Modern y lo hará de nuevo el 13 de marzo en Madrid, en el Palacio de Cristal. “En el arte encuentro mi supervivencia anímica, me ayuda a salvarme de mis mundos literarios”. Cree que el arte debe ser, además, optimista. “Lo otro es repetir el horror, estoy cansado de ideas negativas; busco de nuevas para levantarnos un poco… Un cuadro de Rembrandt me gusta mucho pero ya lo tengo todo entendido y visto; ante una pieza artística contemporánea aparentemente absurda el espectador es una persona activa; a mí me abre puertas”.

sábado, 21 de junio de 2014

‘Performance’, ese claro objeto del deseo



Mucho antes de convertirse en artista de referencia y esposa de Lou Reed, Laurie Anderson pasó el verano de 1974 tocando el violín en plena calle, subida a unos patines incrustados en un bloque de hielo. Cuando el hielo se derretía, su espectáculo había terminado. A algunas manzanas de allí, John Zorn organizaba conciertos experimentales en su ático para un selecto público de solo dos espectadores, a los que daba cita dentro de su armario. Pocos meses antes, Vito Acconci había levantado el escándalo al masturbarse en una galería neoyorquina mientras narraba por megafonía en qué consistían sus fantasías sexuales.
En esa radical escena neoyorquina de los setenta volvió a aflorar una práctica artística nacida en los días del Cabaret Voltaire, reinventada por artistas que querían demostrar que otro arte era posible, siguiendo el ejemplo de Yoko Ono, desnudada por turnos por su propio público en la mítica Cut piece, o de Joseph Beuys, que una década atrás había asegurado que incluso pelar una patata podía ser arte, siempre que uno lo hiciera adrede. Una nueva exposición en el Whitney Museum, Rituals of Rented Island, examina hasta el 2 de febrero quién formó parte de ese círculo de agitadores y analiza sus repercusiones en el arte de hoy, de la incomprensión inicial al aplauso presente. "Los artistas de los sesenta experimentaban con la vida para imaginar otro tipo de realidad. Los de los setenta, desencantados ante el fracaso del cambio prometido, aceptaron las estructuras sociales, pero solo para ponerlas en duda desde dentro, demostrando que podían travestirlas en beneficio propio", asegura el comisario de la muestra, Jay Sanders.

La atención a la disciplina se ha intensificado desde que, en 2010, la retrospectiva de Marina Abramovic en el MoMA logró seducir a más de medio millón de visitantes. La artista serbia permaneció sentada durante 736 horas ante 1.500 desconocidos, que no dudaron en hacer horas de cola durante días para poder sentarse a intercambiar intensos silencios durante un par de minutos. Desde entonces, Abramovic arrastra un halo estelar. El próximo verano se convertirá en artista residente de la Serpentine Gallery de Londres, donde volverá a interpretar por primera vez las performances que la hicieron conocida en los setenta. El codirector del centro, Hans-Ulrich Obrist, explica este retorno por la puerta grande de la disciplina por "el deseo, por parte del público, de vivir una experiencia no intervenida o arbitrada". Jay Sanders, que en 2011 ya dedicó una planta entera a la performance en la Bienal del Whitney, está de acuerdo. "Existe un fuerte anhelo por la experiencia en vivo, por el arte que sucede delante de nuestros ojos", apunta.La paradoja es que aquel arte nacido como práctica radical se haya convertido, cuarenta años más tarde, en la disciplina de moda. Este otoño, mientras el Whitney celebraba la escena neoyorquina de los setenta, el New Museum orquestaba una gran retrospectiva sobre uno de sus principales integrantes, Chris Burden. Al artista se le conoce, entre otras cosas, por haber tenido la ocurrencia de meterse en un saco en medio de la calzada y esperar a que algún coche le atropellara. Un tiempo atrás, durante otra escandalosaperformance, había exigido a una de sus ayudantes que le disparara en un brazo. Ya advirtió el surrealista André Breton que la función de las vanguardias debía ser "salir a la calle y disparar entre la multitud". Burden solo se lo tomó al pie de la letra.
La propia Abramovic ha entendido que la hora de la performance ha llegado. De cara a 2015, prevé inaugurar una fundación que llevará su nombre al norte de Nueva York, que estará exclusivamente dedicada a este tipo de prácticas. Al entrar, los visitantes tendrán que firmar un contrato prometiendo permanecer en el centro por lo menos seis horas. Tras despojarse de sus pertenencias, practicarán ejercicios impuestos por Abramovic, como intercambiar miradas con un extraño o practicar la meditación trascendental en una cueva de cristales.

Los museos no harían más que responder a este movimiento sísmico detectado desde hace media década entre el público. En Londres, la Tate Modern inauguró el año pasado The Tanks, un espacio subterráneo dedicado a la performance. Los espectáculos de Tino Sehgal, ganador del León de Oro en la Bienal de Venecia y nominado al Turner Prize de este año, ya se cotizan a más de 100.000 euros. En 2010, Sehgal maravilló con la exposición This Progress en el Guggenheim de Nueva York, donde el visitante debía comunicarse con una serie de personajes de edades distintas mientras uno trepaba la escalinata en espiral del museo. Ahora repite la experiencia con una nueva colaboración con Philippe Parreno en el Palais de Tokyo de París, donde el visitante debe interactuar con una niña robot.Con indudable oportunismo, el rapero Jay Z aprovechó el fenómeno el pasado verano, al reinterpretar a su manera el espectáculo que Abramovic libró en el MoMA: se encerró durante seis horas en una galería de Chelsea y cantó su single Picasso Baby ante un público formado por la crème del mundo del arte. Entre los asistentes se encontraba la misma Abramovic, pero también RoseLee Goldberg, otra de las auténticas responsables de lo que está sucediendo. En 2004, esta historiadora del arte fundó Performa, la primera gran bienal especializada en la performance. En vísperas a su décimo aniversario, en noviembre logró organizar un centenar de actos por toda la ciudad, marcados por un espíritu más accesible y festivo que político y sesudo. "La imagen de laperformance se había quedado bloqueada en los setenta. La gente la veía como algo problemático y beligerante. Hemos demostrado que también puede ser atractiva y sexy, visualmente espectacular a la vez que intelectualmente rica", sostiene Goldberg.
De hecho, los ejemplos acontecidos en 2013 abundan. La actriz Tilda Swinton durmió varias horas dentro de una vitrina del MoMA y su compañera Milla Jovovich se encerró en un cubo de cristal durante la inauguración de la Bienal de Venecia. En el pasado Festival de Avinñón, la artista Sophie Calle alquiló una habitación de hotel y permitió que los visitantes observaran su intimidad. Al mismo tiempo, la Universidad de Harvard ofrecía su primer curso sobre historia de la performance, que contó con profesores invitados como James Franco y Cat Power. A principios de este mes, Kanye West y la artista Vanessa Beecroft montaban otro show en la feria Art Basel Miami. El teórico Donatien Grau lo llama "la era de la performance pop", utilizando a Lady Gaga como mejor ejemplo. La cantante no ha dudado en plagiar a abanderadas del movimiento, como la francesa Orlan -quien ha anunciado que la denunciará por copiarle su improbable look- y la canadiense Jana Sterbak, que vistió en público en traje de carne cruda dos décadas antes de que lo hiciera ella.

Los puristas de la disciplina desconfían de esta vulgarización a todo precio. Es el caso de Stuart Brisley, quien se hizo famoso en 1972 por meterse en una bañera de agua putrefacta y permanecer en ella durante dos semanas. Considera que la popularidad adquirida por laperformance acarrea peligros, como el de dejar de ser un lugar de compromiso y participación. "Ya no parece aquel experimento que hacía que el espectador se replantease su lugar, sino un gran espectáculo observado a distancia", opina Brisley. "Es un síntoma de la relación entre los museos y el mundo de las finanzas. Se requieren unos objetivos de asistencia que se cumplen con el espectáculo masivo. Estos performers son celebrados por su excepcionalidad, pero su obra se observa con la misma pasividad que un partido de fútbol"
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viernes, 20 de junio de 2014

GRANDES EVENTOS ESPAÑA 16 JUN 2014 Llega Art Basel 14 con España como el país iberoamericano mejor representado con seis galerías



En el sector Galleries repiten cuatro fijas a esta feria, como son, las madrileñas Juana de Aizpuru, Helga de Alvear y Elvira González, así como la barcelonesa ProjecteSD. Solo se registra en este sector la baja de la galería barcelonesa Joan Prats. En cuanto, al sector Feature, donde se presentan proyectos, está la valenciana espaivisor que se estrena en la feria con su representada la artista croata Sanja Ivekovic. En esta sección causa baja la madrileña Parra & Romero, que se estrenó en la pasada edición. Y, finalmente, en el sector Edición, acudirá un año más, la barcelonesa Poligrafa Obra Gráfica, propiedad de Joan de Muga, dueño también de la saliente Joan Prats.
Entre las 286 galerías participantes en Art Basel 14, a celebrar del 19 al 22 de junio, estarán, además de las 6 españolas otras 12 galerías iberoamericanas: 4 de Brasil -A Gentil Carioca, Fortes Vilaça, Luisa Strina y Raquel Arnaud-, 4 de México -kurimanzutto, Labor, OMR y Proyectos Monclova-, 2 de Portugal -Cristina Guerra y Pedro Cera-, 1 de Colombia -Casas Riegner- y 1 de Chile -Isabel Aninat-.
El año pasado en Art Basel Miami 13, entre las 304 galerías participantes, estuvieron 17 galerías iberoamericanas: 7 de España -Elvira González, Helga de Alvear, Joan Prats, Juana de Aizpuru, Parra & Romero, Poligrafa Obra Gráfica y ProjecteSD-, 3 de Brasil -Fortes Vilaça, Luisa Strina y Mendes Wood-, 3 de México -Kurimanzutto, Proyectos Monclova y OMR-, 2 de Portugal -Cristina Guerra y Pedro Cera-, 1 de Argentina -Ruth Benzacar (Buenos Aires) y 1 de Colombia -Casas Riegner (Bogotá).

jueves, 19 de junio de 2014

Art Basel: una sobredosis creativa



El espectáculo debe ser único en el mundo. Ver a docenas de ricos coleccionistas vestidos con las mejores marcas y señoras con bolsos que superan los 3.000 euros empujando para entrar en los transportes públicos. Tranvías atestados de gente luciendo las mejores galas pensadas por los modistos de París o Milán se dirigen en pelotón hacia la plaza de Messe.

A las 11:00 en punto, un altavoz sonó la fanfarria que anunciaba que la hora había llegado, mientras los coleccionistas (literalmente) se abalanzaban casi corriendo hacia las puertas precisas sin dudar un instante. Es evidente que habían hecho los “deberes” y sabían muy bien en qué lugar exacto se encontraba la obra codiciada. Daba así comienzo una semana en la que la pequeña ciudad suiza donde se encuentran las fronteras de Alemania, Francia y Suiza se convierte en el epicentro de la galaxia del mercado del arte.Allí, a las 10 de la mañana, los organizadores de “la madre de todas las ferias de arte” les agasajaban con ostras y champagne mientras esperaban con ansiedad palpable el disparo de salida que les permitía acceder a esas obras codiciadas y protegidas por numeroso personal de seguridad.
En esta 45 edición la feria soñada por Ernst Beyeler propone 285 galerías llegadas de 34 países del mundo. La apabullante cita se divide este año en tres bloques mayores: las obras monumentales en el inmenso Hall 2, las galerías comerciales con su oferta de grandes maestros y artistas emergentes en el 1 y la propuesta estrella de esta temporada en el Hall 3: “14 Rooms”.
Esta exposición, fruto de la colaboración entre la Fundación Beyeler, Art Basel y el Teatro de Basilea propone “performances” del “dream team” del arte actual: nombres ultra consagrados (y algo previsibles) como ser la ubicua Marina Abramovic, Damien Hirst, Yoko Ono, Ed Atkins o Bruce Nauman. A todo ello se suma el ya clásico Art Parcours, que inunda de arte un barrio específico de Basilea, y la feria paralela Miami Design, que propone mobiliario y objetos que no suelen estar al alcance del bolsillo de los mortales.

Pero no todo son aplausos en esta cita ineludible y que comienza a tener dimensiones mastodónticas tras su expansión transcontinental a Miami Beach y Hong Kong. De hecho, el analista suizo Luc Debraine se interrogaba en la influyente revista L’Hebdo acerca de si Art Basel no está tomando un protagonismo global excesivo.Para quien se sienta incapaz de digerir la propuesta de 285 galerías en el primer día, cabe la posibilidad de acudir a Art Unlimited donde este año el comisario Gianni Jetzer propone piezas imposibles de ser presentadas en el espacio convencional de un museo o galería. En el imponente espacio recibe al visitante el enormeContinuel Mobile – Sphère Rouge, del argentino Julio Le Parc, que abre la visita junto a la enorme pintura sobre lino Grand Canal, del chino Zhang Huan, uno entre los muchos nombres asiáticos que pueblan esta edición 2014 de la feria suiza.

Debraine valora que “su posición en el mercado es tan dominante que obliga a una uniformización del mercado, lo que termina siendo perjudicial tanto para los artistas emergentes como para las galerías. Ocurre con el arte contemporáneo lo mismo que con los artículos de lujo de gran consumo, que están disponibles en todos los continentes”, afirma el especialista. A lo que Marc Spiegler, director de Art Basel responde afirmando que “cada feria (Basilea, Hong Kong y Miami) mantiene una serie de particularidades exclusivas en las que no se encuentran siempre las mismas galerías y las mismas obras”.
Aunque la pregunta del millón, que obviamente los responsables de Art Basel no piensan contestar, es en qué medida las recientes tormentas que atacan a la antaño todopoderosa banca suiza afectan a un mercado delicado y muy basado en la confianza. De hecho, en los últimos años, la plaza financiera helvética está siendo atacada de forma sistemática por las autoridades fiscales de los Estados Unidos, Francia y la UE. Sin duda, el fin del legendario aislamiento de los bancos helvéticos debe estar marcando a este mercado. Los resultados de esta cita se verán este domingo, cuando cierre la 45 edición de esta meca del coleccionismo.

martes, 17 de junio de 2014

ULTRA VIOLET, LUMIÈRE ÉTEINTE


La plasticienne française Isabelle Collin Dufresne, plus connue sous son nom d’artiste Ultra Violet est décédée des suites d’un cancer, à New York, à l’âge de 78 ans. Figure de l’underground dans les années 70, elle avait côtoyé un certain Andy Warhol.



Ultraviolet. La lumière noire qui ne peut êtrevue par l’oeil humain. Le nom d’artiste d’une plasticienne française qui a traversé cinquante ans d’histoire de l’Art. Décédée ce dimanche à l’âge de 78 ans, entourée des siens, dans un hôpital de New York, Isabelle Collin Dufresne a eu plusieurs vies. La première fut celle d’une rebelle. Née dans la haute bourgeoisie grenobloise, elle connut les maisons de correction – et même une tentative d’exorcisme - avant de s’envoler pour la Big Apple. La suite épousera ses élans du cœur. Muse et maîtresse de Salvatore Dali, – le premier homme qu’elle rencontra en descendant du bateau, elle prend le thé avec un certain Andy Warhol au St. Regis Hotel de New York. C’est le coup de foudre artistique.
«Il était spécial, c’était un ultra-terrestre !!! Ce n’était pas un être humain normal parce qu’il pensait différemment et qu’il agissait différemment. Il y avait une grande différence entre sa vie privée et la Factory. Warhol était avant tout un être fascinant. On a dit des choses complètement contradictoires sur lui, eh bien tout était vrai. Warhol était un génie et un idiot, Warhol avait de l’imagination et a tout copié. Warhol était un saint et un diable. Warhol était religieux et adorait la pornographie. Warhol a habité avec sa mère pendant 40 ans, mais n'est pas allée à son enterrement. Tous les opposés étaient en lui sans qu’il soit schizophrène. Il était autre...», déclarait-elle, à son sujet, dans une interview accordée à Silvia Valensi.



Ultra Violet en 1971
Andy Warhol lui donne un nom de «scène» : Ultra Violet, et une place de choix au sein de la Factory – elle jouera dans 17 films du roi du Pop-Art et de Paul Morrissey. Elle fera aussi quelques apparitions en tant qu’actrice dans quelques productions arty de l’époque dont «Macadam Cowboy» de John Schlesinger, «Taking Off» de Milos Forman, dont elle sera l'amante, «Sauvages» de James Ivory et «La Femme libre» de Paul Mazursky. En 1988, dans son autobiographie, «Famous for 15 Minutes: My Years With Andy Warhol», elle soldera ses années de jeunesse, qu’elle considérait comme celles d’une exhibitionniste prête à tout pour faire la une. Après avoir connu une expérience de mort imminente en 1973, elle était devenue mormone quelques années plus tard. 
Isabelle Collin Dufresne était aussi une artiste accomplie à la folle imagination – elle avait suivi des cours d’arts plastiques à Grenoble. Ses travaux ont été exposés dans les plus grands musées d’art contemporain, à Paris, New York ou Nice, ville dans laquelle elle aimait se reposer et qui exposait encore ses dernières créations jusqu’en mars dernier, avec l’exposition «Selfie».

lunes, 16 de junio de 2014

Bienal de Berlín, el museo y el territorio



Vista de la instalación de Wolfgang Tillmans en el Museo Dhalem. 8ª Bienal de Berlín. Foto: Anders Sune Berg


















Con medio centenar de artistas y aunque muchos -tal vez demasiados- son primeras espadas en el cartel internacional, esta es una bienal modesta. Su principal seña de identidad es la mesura, la discreción casi solemne de un montaje que recupera los formatos de exposición tradicionales. La instalación del comisario colombiano-canadiense Juan A. Gaitán está muy cuidada, más cerca del sigilo del museo que del follón festivalero, y favorece el contacto directo e inapelable con obras que privilegian la definición de sus propios contornos frente a la opción de alentar sinergias con otros trabajos. Se ve muy bien esta Bienal.

Una de las decisiones curatoriales más decisivas ha sido la de evitar los espacios destartalados que han acogido durante años una forma muyberlinesa de hacer exposiciones, un estilo que perfilaron la para muchos míticaOf Mice and Men de Gioni, Cattelan y Subotnik en 2006 y What is waiting out therede Katrin Rohmberg en 2010. Gaitán los considera de otro tiempo, ligados a un momento impreciso de la historia reciente de la ciudad, entonces atrapada entre un pasado gravemente connotado y un siglo XXI dispuesto a borrarlo de la memoria de todos.

Porque, a grandes rasgos, tiendo a interpretar el proyecto de Gaitán como un intento de mitigar los efectos demoledores de la amnesia y poder así subrayar el papel jugado por Alemania en el marco de la deriva geopolítica del siglo XX. La reflexión sobre Berlín está presente, sí, pero desde una perspectiva histórica. La relación entre Occidente y la periferia, entre la vieja Europa y sus colonias, es un motivo implícito en esta Bienal, un viaje de ida y vuelta que tiene su reflejo en la capital alemana, actriz principal en tantas narraciones históricas del siglo pasado, a un tiempo verdugo y víctima, reiteradamente asolada y renacida, segada en dos mitades durante décadas y unida de nuevo para liderar la contienda de lo contemporáneo.

Esta Bienal pone el acento en la noción de territorio, y se derrama hacia el Oeste de la ciudad, no sólo evitando los tópicos asociados al Berlín del Este sino poniendo también de manifiesto los movimientos demográficos y urbanísticos que se fueron consolidando en los siglos XIX y XX, esa proto-gentrificacion que no es sino otra forma de colonialismo urbano. Los desplazamientos derivados de la expansión imperialista -con las dudosas políticas culturales que trajeron consigo- y el modo en que inciden las contingencias territoriales en nuestro discurrir cotidiano son temas también centrales -e inseparables- en la exposición.

Kunst Werke (KW), en el corazón de Mitte, se mantiene como sede oficial y bandera institucional de la Bienal, y uno se dirige ahí casi por inercia para empezar el recorrido. Como ocurre con la rotonda del Pabellón Italia de los Giardini venecianos o en la del Museum Friedicianum en la Documenta de Kassel, su planta baja suele ser el lugar en el que los sucesivos responsables artísticos de la Bienal de Berlín desvelan las claves de sus proyectos. Pero en esta edición, KW apenas guarda secretos, no tiene la intensidad de otras ocasiones y tiene una relevancia sólo tangencial a pesar de los trabajos de Irene Kopelman y Shilpa Gupta que, dicho con franqueza, son de lo mejor de la Bienal. La primera encarna el impecable tono formal de la exposición mientras que Gupta nos cuenta cómo te puede cambiar la vida en función de la latitud en la que vivas dentro de un mismo kilómetro cuadrado.



Goshka Macuga: Preparatory Notes for a Chicago Comedy, 2014

El meollo real está en el Museum Dahlem. Situado en una zona residencial del suroeste de la ciudad, es un complejo que acoge el Museo Etnográfico y las colecciones de arte no europeo amasadas durante décadas por Alemania. Gaitán no oculta su interés por el legado artístico que produjeron las políticas imperialistas alemanas en medio mundo. Una treintena de artistas exhibe sus trabajos en salas independientes dentro del museo pero en ningún caso trenzan una relación directa con las espléndidas colecciones de arte africano, asiático o mesoamericano.

Uno no puede cuestionar la calidad de los proyectos aquí reunidos. Muchos -la mayoría- son extraordinarios, pero esta era una muy buena ocasión para analizar desde una perspectiva crítica el impacto cultural de las empresas colonialistas que posibilitaron la creación de este museo. Hay, parece, un interés mayor por analizar el problema desde lo museográfico, desde las políticas del display, desde lo curatorial, desde el concepto de exposición... Hay comisariados dentro del comisariado general, como el proyecto de Mario García Torres sobre la figura del músico Conlon Nancarrow en la que el mexicano se disfraza de artista, productor, coleccionista, comisario y académico en una prodigiosa instalación que rememora una época apenas conocida de un músico solitario y errante. Las obras de Wolfgang Tillmans o Mariana Castillo Deball son también buenos ejemplos para comprender que cómo decir y cómo mostrar es ya más importante que lo que se muestra o lo que se dice. Hay en una sala un grupo de gouaches del artista indio Ganesh Haloi ante los que podría pasarme horas. Son visiones interiores que nacen de la experiencia vernácula del paisaje, a caballo entre la representación y una temblorosa abstracción geométrica. Resulta interesante verlos en este museo, pues también su discurso parece haber sido colonizado e insertado en la pavorosa rueda de los lenguajes homogénicos. Y seduce especialmente la pieza de Carsten Höller, quien, a través de destellos de luz parpadeante, siembra las dudas sobre la temporalidad en que se cifran distintas piezas de oro precolombinas.

Algo más apartada pero también en el suroeste de la ciudad, Haus am Waldsee es una de esas grandes viviendas familiares que fraguaron la identidad residencial de esta zona de Berlín. Es un espacio mucho menor, de carácter doméstico, pero también aquí se exploran diferentes conceptos asociados a la gestión de los objetos culturales, a la autoría o su reverso, el anonimato (es, en este sentido, muy interesante la pieza del artista Matts Leiderstam); al fetiche y los iconos de la producción artística. Hay aquí una "colección privada" que se filtra con premeditada ambigüedad entre obras de Carla Zaccagnini, Mathieu Kleyebe Abonnenc y Christodoulos Panayiotou, las dos primeras alojadas en la dialéctica colonial y la última en la reflexión sobre la configuración de la nación moderna. Se desliza así lo privado en lo institucional y aflora de nuevo la tensión entre el imperialismo y la administración de su legado. Acierta Gaitán con la elección de Haus am Waldsee como sede de la Bienal. Encarna la expansión territorial de Berlín a principios del siglo pasado, y la historia de sus moradores judíos refleja todas las contingencias geopolíticas de las décadas que vendrían. 

domingo, 15 de junio de 2014

Marina Abramović: 512 Hours review – an elaborate exercise in mindfulness

MARINA ABRAMOVIC PRESS CONFERENCE

One woman had already fainted in the queue outside. The line stretched away across Kensington Gardens. Some people brought deckchairs for the wait, which might be several hours depending on the allotted group who have made it into the gallery and can now stay all day if they like. Still, there is plenty of time to tweet, text, snap and phone before surrendering one's technology at the door. This is nothing if not a social media event.

In the centre of the main room is a low platform upon which eight motionless visitors are sticking with the programme. Dozens more are facing the wall in all three galleries. Some are holding hands with a stranger, others are receiving what looks like very light back massage from a black-clad assistant. Most people have their eyes shut.
Inside the Serpentine Gallery is a spectacle of mass obedience. The 160 visitors who have shed their loads and had their hands stamped by the guards are standing rooted to the spot in the kind of silence any performer would pray for. Some have been told what to do, others have been led by the hand (or the nose) and stationed at measured intervals around the gallery.
And through this assembly of living statues comes Marina Abramovicherself, with her long black coat and her long black plait and her eerily white complexion. She looks and sounds like Maria Callas. You may hear her beautiful whisper carrying seductively across the throng of fans (she is intensely adored) following in her wake.
Some have surely come to see the Serbian-born art star in the flesh, to stand in the force field of her personality, or take part in another of these historic episodes in performance art involving Abramovic, the public and nothing else for staggeringly long feats of endurance (she's performing eight hours a day, for 64 days, at the age of 67). Others have surely come to see what happens: and what happens is this.
marina abramovicThe queue outside the Serpentine Gallery. Photograph: Copyright Sarah Lee www.sarahmle
Abramovic, or one of the assistants, singles you out of the crowd and moves you around the gallery. She does this by taking your hand and drawing you slowly but firmly along like a naughty child until an appropriate spot is found.
There you are stationed – facing the wall, in my case, in punishment position – and left to remain. That this is meant to be Zen seemed implicit in the instructions Abramovic mouthed in my ear. "Relax," she says, taking my shoulders in her strenuous grip. I don't feel like relaxing. A minute passes. "Breathe!" she insists. Not on your orders, lady…
Marina Abramovic is arguably the most famous performance artist at work today. Her solo performances in the 70s were horrifyingly dangerous. She stabbed herself, took drugs to induce catatonia, hung from the gallery wall, literally played with fire. In one performance she presented objects on a table – scalpel, pins, roses, gun – and told visitors that they could do anything they wished with these items and her; one man held the gun to Abramovic's neck.
Over the years she has become synonymous with durational performances – a three-month walk across China to say farewell to her ex-lover, the Dutch artist Ulay; 12 days living in a gallery exposed to the public; and most recently, The Artist Is Present at Moma in 2010, where Abramovic sat for over 700 hours in a chair across a table from the many thousands of visitors who couldn't tear themselves away from her charisma, her endurance, her gaze, the tension between them, the historic episode in performance art and so forth. From James Franco to Lady Gaga, Abramovic was much attended by celebrity.
The rules of the game are similar in London. There is the fame that lights the fuse, the queue that generates the longer queue, the crowd control that allows only a certain number of people at a time to have this unique (because ever-changing) experience before exiting in full view of the waiting line, raising anticipation to fever pitch. There is the pent-up emotion, the physical endurance, the social anxiety about how to behave, how long to do what you're asked to do, whether to comply, laugh, pierce the silence or leave.
marina abramovicSplash News/Corbis
Having sat through her messianic press conference, in which Abramovic did not for a moment understate her contribution to world art, and having listened as she spoke of the haste of modern life, spiritual slowness and the need to take time out, the deplorable price of contemporary art, the regrettable use of phones and cameras in galleries, never once avoiding the unashamedly obvious in her hypnotically sonorous tones, I was about as resistant to the designs of this latter-day Madame Blavatsky as could be.
And since the whole event relies upon the opposite – if nobody did what they were told there would be no performance – I went back a couple of days later when the doors opened to the public, to see how others fared.
Respect to those who can stand still as bidden, looking into "the void" of the wall; there is some pretty impressive staying power at the gallery (not to speak of repeat hand-holders, who clearly want to do it again and again). Abramovic puts you on the spot, to be sure, and some people stayed long enough to be tearful or tired on exit, though I saw others slink away fast. There is, incidentally, the promise of furniture to come; one imagines, with horror, the artist putting people to bed.
The ultimate value of 512 Hours depends upon each visitor; that is both the challenge and the artist's get-out clause. Of course there are various experiences along the way – witnessing Abramovic's stupendous stamina up close; seeing your fellow beings turning inwards, or outwards, in unconscious response or its opposite, hot self-consciousness; doing it yourself in a pristine white gallery, participating in a cult event – but in essence, this is just an elaborate exercise in mindfulness.
It feels very close to the Abramovic method, practised at the Marina Abramovic Institute in upstate New York, which involves fasting, drinking water extremely slowly, counting rice grains for hours on end and staring into mirrors to heighten one's awareness of the living moment. The difference at the Serpentine Gallery, of course, is that each visitor who surrenders her camera and phone on entry, and her time and energy inside, becomes the raw material of one of Abramovic's (somewhat hypocritically filmed) performances. And each becomes part of a group.
The group dynamics are calculated to keep us from opting out of this fatuity. The show revolves quite literally around the diva, her promenade performance and our curiosity; and the operation is smartly disciplined, predicated on a steady flow of good behaviour ranging from gallery-going deference to willing submissiveness. It is all quietly coercive and may become more so if folks get rowdy. Stay as long as you can, urges the sign. But mutiny got to me before the guards and I was out of there.

viernes, 13 de junio de 2014

Fundación Jumex organiza la primera exposición de Cy Twombly en Latinoamérica




La Fundación Jumex Arte Contemporáneo, presenta, hasta el próximo 12 de octubre, en su nuevo Museo Jumex de la Plaza Carso, en Colonia Polanco (Ciudad de México), la primera exposición en Latinoamérica del desaparecido artista estadounidense Cy Twombly (Lexington, Virginia, 1928 - Roma, Italia, 2011). Bajo el título "Cy Twombly Paradise" y la curadoría de Julie Sylvester y Philip Larratt-Smith, se podrán ver en esta amplia retrospectiva más de sesenta pinturas, obras en papel y esculturas que van de 1951 a 2011, incluyendo cuatro de sus últimas pinturas, así como varias obras del acervo de la Cy Twombly Foundation, que se exhibirán por primera vez en público. La exposición también incluye importantes obras de otras colecciones estadounidenses, como son, la Broad Art Foundation, la Menil Collection y el Whitney Museum of American Art y también de otras colecciones privadas como la propia Colección Jumex, propiedad del empresario mexicano Eugenio López Alonso, y bajo la dirección artística del también mexicano Patrick Charpenel.

Twombly, uno de los creadores más sobresalientes de la segunda mitad del pasado S.XX, es bien conocido por sus pinturas graffiti de estilo caligráfico de gran tamaño sobre fondos de colores gris, beige o color hueso. De 1947 a 1949 estudió en la escuela del Museo de Bellas Artes de Boston, en la Universidad Washington y Lee de Lexington y en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York de 1950 a 1951. Allí, conoció a Robert Rauschenberg quien le animó a acudir al prestigioso Black Mountain College (Carolina del Norte), donde conoció a John Cage y estudió con Franz Kline, Robert Motherwell y Ben Shahn. Twombly fue invitado a la Bienal de Venecia de 1964, y cuatro años después, en 1968, el Milwaukee Art Center organizó su primera retrospectiva. A continuación, sus exposiciones se extienden por todo el mundo: en la Kunsthaus de Zurich en 1987, en el Museo Nacional de Arte Moderno de París en 1988, en el MoMA de Nueva York en 1994, y así otros múltiples lugares como Houston, donde la Menil Collection abrió, en 1995, una sección especial especialmente diseñada para su obra en el edificio de Renzo Piano, o en Múnich, donde en la Neue Pinakothek se conservan un gran número de obras suyas.
Mas adelante, en 2001, el también ya fallecido comisario suizo Harald Szeemann, director artístico de la Bienal de Venecia de ese año, le propuso montar una exposición sobre "El fundamento del ser humano". Para ello, creó un gran ciclo narrativo dedicado a la famosa Batalla de Lepanto, un tema que comenzó a interesarle tras ver representaciones de esta batalla en tapices confeccionados a partir de una serie de pinturas de Luca Cambiaso realizadas para el rey Felipe II de España. "Lepanto", compuesta por 12 lienzos, se instalaría permanentemente en el Museo Brandhorst de Múnich. En 2008, esta obra fue expuesta temporalmente en el Museo del Prado de Madrid, donde planteó un diálogo con otras obras maestras del museo en donde se inspiraría el autor. También, en 2008, la Tate Modern de Londres, la Galleria Nazionale d Arte Moderna de Roma y en el Museo Guggenheim Bilbao presentaron una gran retrospectiva de Twombly, titulada "Cycles and Seasons" y comisariada por Nicholas Serota y Carmen Giménez, basado, sobre todo, en sus series y ciclos, reuniendo sus 'Four Seasons (1993-94), una de sus obras más celebradas. Sus últimas exposiciones en vida fueron "Cy Twombly: The Natural World, Selected Works 2000-2007" en el Art Institute of Chicago y "Sensations of the Moment" en el Museum Moderner Kunst Stiftung Ludwig de Vienna, ambas en 2009. Finalmente, destacar, que en 2010, una pinturas permanentes fueron inauguradas en el techo de la Sala de los Bronces del Museo del Louvre de París. La obra de Cy Twonbly está comercialmente representada, entre otras galerías, por Gagosian (Nueva York), Faggionato Fine Art (Londres) o Georg Nothelfer (Berlín). 

miércoles, 11 de junio de 2014

“ A LA ESCUCHA. ENCUENTRO INTERNACIONAL SOBRE EL GIRO SONORO EN LAS ARTES”



 10Y11DEJUNIO
CaixaForum Barcelona / Festival Sónar 2014
¿En qué consiste y qué implica el acto de escuchar? CaixaForum Barcelona organiza, en el marco de la vigesimoprimera edición del Festival Internacional de Música Avanzada y New Media Art de Barcelona Sónar, el encuentro “A la Escucha”. El objetivo de este programa de ponencias, conversaciones, performances y otras experiencias en torno a la escucha es plantear y discutir algunos de los interrogantes que suscita eso a lo que habitualmente llamamos arte sonoro.
¿Qué es el arte sonoro? ¿No se trata, tal y como señalaba Max Neuhaus, de una denominación más bien ambigua y poco informativa? ¿No revela una atención excesiva hacia el sonido, entendido como un simple medio, y deja de lado todos
los aspectos que forman parte de su correlato necesario, es decir, de este complejo proceso de aprehensión de la realidad que es la escucha? ¿Eso a lo que llamamos arte sonoro no debería servir, precisamente, para examinar de forma crítica la acción de escuchar y para proponer formas alternativas de prestar atención al mundo?

“A la Escucha” reúne algunos de los principales expertos nacionales e internacionales con el objetivo de discutir estas cuestiones y de repensar la aproximación teórica y crítica a un arte del sonido y de la escucha.
“Last Days. Réquiem por las Glòries” de Edu
Comelles
Del 9 al 15 de junio
Vestíbulo de CaixaForum Barcelona

La instalación sonora multicanal de Edu Comelles, “Last Days. Réquiem
por las Glòries”, parte de los sonidos grabados durante los días previos al
inicio del derribo del anillo viario de la plaza de las Glòries de Barcelona. Un sistema de altavoces reproduce una composición aleatoria creada a partir de
la extraordinariamente diversa y dinámica paleta sonora que hasta hace poco se podía escuchar en los alrededores de las Glòries. Los ritmos producidos
por el paso de los vehículos sobre las juntas de dilatación del anillo viario, la vibración sostenida de los elementos metálicos de la estructura arquitectónica y el ruido de fondo de los trabajos de construcción configuran un paisaje sonoro cambiante y elástico; el espectro sonoro de un espacio desparecido.

Homenaje a Max Neuhaus (1939 – 2009)
La instalación “Last Days. Réquiem por las Glòries” funciona como el reverso sonoro de la imagen gráfica del encuentro “A la Escucha”. Inspirada en la célebre fotografía del puente de Brooklyn que Max Neuhaus (1939 - 2009) dedicó
en 1976 a Jo Jones, y donde puede leerse con grandes letras mayúsculas la palabra LISTEN (’ESCUCHA’), la imagen del cartel del encuentro se ha tomado debajo del anillo viario de las Glòries, justo antes del inicio de su derribo.
La imagen gráfica del simposio, la instalación sonora de Edu Comelles y la performance “Enlist” de Seth Kim-Cohen y Mattin quieren ser un homenaje a Neuhaus, pionero del arte del sonido y la escucha, en el setentaicinco aniversario de su nacimiento

PROGRAMA
Martes 10 de junio
17.15 h. Bienvenida y presentación
17.30 h. Carme Pardo: “Habitando el mundo desde el oído” 18.30 h. Marta García Quiñones: “Una perspectiva histórica sobre
los regímenes de la escucha: arte sonoro, tecnologías del
sonido y psicoacústica”
19.30 h. (Pausa)
19.45 h.
Presentación de la instalación “Last Days. Réquiem por las
Glòries”, a cargo de Edu Comelles
20.15 h. José Manuel Costa: “El sonido expuesto”
Miércoles 11 de junio
17.30 h. Salomé Voegelin: “Listening to the inaudible: The sound of unicorns”
18.30 h. Conversación entre Lluís Nacenta y Edwin van der Heide sobre la instalación “Spectral Difractions”
19.15 h. (Pausa)
19.30 h.
Seth Kim-Cohen: “Dams, Weirs, and Damn Weird Ears: Post-
Ergonal Sound”
20.30 h. Mesa redonda con Marta García Quiñones, Salomé Voegelin,
José Manuel Costa y Seth Kim-Cohen
21.30 h. Performance “Enlist” a cargo de Seth Kim-Cohen y Mattin
Programa comisariado por Arnau Horta
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Precio por día: 6 €
50% de dto. clientes "la Caixa" Plazas limitadas

CaixaForum Barcelona
(Av. Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8. 08038 Barcelona) Más información: www.CaixaForum.com/agenda 

PUSSY RIOT "Putin Lights Up The Fires" music video

Jean Tinguely "Homage to New York" 1960

martes, 10 de junio de 2014

Marina Abramovic estará 64 días seguidos en una galería desnuda para recibir la energía de los asistentes


La artista contemporánea serbia Marina Abramovic recurrió una vez más a los sentidos para interactuar con el público en una nueva performance, que será inaugurada este viernes en la galería Serpentine de Londres
"Necesito sentir al público", dijo Abramovic al presentar hoy a la prensa esta actuación, que se prolongará todo el verano. 
Según explicó, en su nueva obra, 512 Hours, busca interactuar con los visitantes en el vacío de la galería londinense, donde pasará ocho horas al día, seis días a la semana durante 64 jornadas sin hacer nada, simplemente "intercambiando energía". 
Abramovic, de 68 años y precursora del llamado Performance Art (Arte de la performance), se valdrá para vivir esta experiencia de objetos cotidianos y casi una veintena de jóvenes, vestidos de negro, que pasearán por la habitación entre los visitantes. 
Los asistentes deben dejar sus pertenencias, tales como móviles, cámaras y chaquetas, en unas taquillas antes de pasar a la sala, un espacio diáfano y blanco, lleno de luz, donde podrán pasar el tiempo que quieran, actuar como les apetezca y abandonar cuando lo deseen, con el único propósito de comunicar a Abramovic sus impresiones. 
La artista, provista de una pequeña cámara en su vestimenta, grabará las impresiones que más tarde le servirán para analizar y estudiar la "construcción de comunidades" a la que dará pie la interacción entre las personas que participen de esta obra. 
Abramovic, que en algunas de sus actuaciones ha llegado a clavarse un cuchillo en la mano o a rajarse el abdomen, afirmó que ha superado sus "límites" con esta "performance", para la que se ha preparado con dietas específicas y entrenamiento mental. 
"He superado mis límites. Nunca he hecho algo tan radical como esto. Estoy aterrorizada", reconoció la artista, quién explicó que ante la "radicalidad del espacio vacío" puede conseguir "lo mejor o lo peor de las personas". 
Abramovic abrirá y cerrará durante más de dos meses la galería y "actuará" desde las 10 de la mañana hasta las seis de la tarde "sin interrupciones". 
Su papel es "recibir la energía, procesarla y enviarla de nuevo", tratando de "proyectar aire fresco" en este proceso que la misma artista ha calificado como "muy difícil". 
Se trata de la primera "performance" de la artista serbia en una galería pública del Reino Unido, desde que comenzara su carrera a comienzos de los años 70, y según reconoció se siente "preocupada" por la experiencia que va a vivir con el público británico, condicionada por el carácter particular de esta sociedad. 
"Aquí son cínicos, les gustan los chistes malos y beben mucho los fines de semana", bromeó la artista, para quién la única manera de ganarse al público británico es ser "extremadamente vulnerable y humilde". 
La artista añadió que no tiene "ninguna concepción previa" sobre lo que se puede encontrar, sino que las "expectativas" son con ella misma y con ofrecer el "cien por ciento".
Marina Abramovic ha llevado su inquietud artística hasta el extremo durante su trayectoria, en la que ha experimentado con métodos, técnicas e instrumentos para conseguir transmitir su obra al espectador. 
Ella misma definió su arte como una "construcción mental y física que el artista hace en un lugar y en un tiempo específico con el publico para estudiar lo que ocurre", donde "todo lo que ocurre es parte del trabajo". 
La artista ha sido incluida recientemente en la clasificación de las cien personas más influyentes del mundo, según la revista estadounidense Time. 
Entre sus obras más destacadas, resalta su "performance" más extensa llevada a cabo en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York en 2010, cuando permaneció 716 horas y media sentada inmóvil frente a una mesa mientras experimentaba con la presencia de espectadores que se sentaban enfrente.

domingo, 1 de junio de 2014

La última Bienal del viejo Whitney - David García Casado




¿Qué es el arte contemporáneo estadounidense hoy?*
Debido al extenso trabajo de desmontaje de la Bienal del Whitney Museum de Nueva York existe la tradición de mantener abierta una de las plantas de la exposición, durante una semana más después de su clausura, que fue el pasado 25 de mayo.
Por casualidad coincidí en el ascensor con un grupo de ayudantes de desmontaje y no pude dejar de ver en ese hecho algo simbólico extrapolable al futuro del propio edificio del Whitney[1] que, a partir del próximo año, será trasladado a un nuevo espacio más moderno situado junto al parque High Line de Nueva York. Cuando el ascensor se detuvo en las aún operativas salas de tercer piso, pregunté a un encargado la razón para haber “salvado” ese piso en particular y él me respondió que normalmente se elige aquella planta que ha sido más popular durante toda la Bienal.
Como casi siempre, lo popular no es sinónimo de lo mejor y, en efecto, uno tiene la sensación de estar más bien en una de las exposiciones colectivas de primer año de Bellas Artes. Llena a más no poder de objetos que revelan personalidades extremadamente diferentes (eclécticas diría alguno) y recursos que van desde la saturación kitch de los massmedia (a la manera de Mike Kelley pero siguiendo una metodología tan obvia como ineficiente) a manierismos preciosistas que parecen provenientes de un taller de manualidades de jubilados de algún ayuntamiento de provincias (a los que respeto sobremanera, solo que no esperaba verlos en el Whitney!) todo ello junto a cosas tan dispares como el Abecedario de Deleuze en la instalación audiovisual de Semiotext(e) – un tanto viejuna, usando esos monitores que se empleaban antiguamente para exponer el video arte, como para dotarlo de una cierta “objetualidad”. El Abecedario está disponible en Internet hace mucho tiempo, traducido a numerosos idiomas ¿¡necesitamos verlo en un museo!?
Por otra parte, ¿por qué continúan exponiéndose las publicaciones como si éstas fueran arte visual, en lugar de animar la lectura y la difusión en su propio medio editorial específico? Entre todo ello -en el medio de cualquier itinerario posible- nos encontramos con remedos de Beuys, de Duchamp, de Rauschenberg… como dirían aquí: “you name it”. A pesar de las explicaciones del encargado, me siento inclinado a pensar que la razón de mantener abierta aquella planta era simplemente porque la consideraron la que tenía más “contenido artístico” por metro cuadrado, además de ser la más recorrida.
Otro espacio que se encuentra igualmente saturado de “contenido” como es el caso de Facebook, aunque supuestamente cuenta con la ventaja de que nosotros somos los "editores" o “comisarios”, lo cual no garantiza en absoluto la calidad de lo que ahí se vierte, a veces nos ofrece la oportunidad de leer comentarios sugerentes. Por ejemplo, Francesc Torres, que en este momento también se encuentra en Nueva York escribe: “He ido a ver la Bienal del Whitney. Algo debe estar pasando que explique por qué no pasa nada”… La expresión resulta interesante ya que expresa algo que se viene sintiendo cada vez más a menudo en las grandes exposiciones de arte contemporáneo.
La Bienal del Whitney tal vez no sea el lugar en el que se pueda encontrar una explicación a lo que está pasando en el mundo del arte hoy, quizás tampoco pretenda ser muestra de los movimientos de la época [2], pero ¿ entonces en dónde buscar? Tal vez estamos inmersos en un momento del arte en el que no existe escena ni movimiento alguno que ofrezca una mirada o un panorama más o menos abarcador de nuestra época. Un ejemplo es que después de haber hablado con artistas y agentes culturales que viven en Brooklyn muchos me han transmitido que la llamada “escena artística de Brooklyn” en realidad no es una escena, sino más bien una red, una asociación temporal que intenta beneficiar a los individuos, a facilitarles su trabajo o simplemente dotarles de herramientas para seguir en activo. No se sabe muy bien si es un problema de los artistas, de los comisarios o tal vez de la falta de críticos y teóricos. Lo más probable es que sea la suma de todas aunado a un efecto económico; acaso el contenido artístico y verdaderamente revelador de época se haya finalmente “evaporado” hacia otros ámbitos de las producciones de lujo como son la moda, la arquitectura o el cine. Sin embargo, resulta paradójico que una ciudad como Nueva York, probablemente uno de los lugares en donde viven más artistas del mundo, genere tan poco contenido artístico interesante. Quizá sea esta paradoja, la que la Bienal del Whitney del 2014, metafóricamente, finalmente ha acertado en expresar.


BLANCA ORAA MOYUA

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